miércoles, 17 de febrero de 2010
El paso de Cecilia Vicuña por Lima
Cecilia Vicuña pasó por Lima la semana que pasó. Fueron tres días muy intensos y de mucho aprendizaje. El miércoles presentó en La Culpable la antología The Oxford Book of Latinoamerican Poetry. Estuvo Rodolfo Hinostroza, quien se reencontraba con Cecilia después de no sé cuantas décadas. Habían coincidido en Londres a principios de los 70s y tal parece no se veían desde entonces. Escuché cuando Cecilia le dijo: “te reconozco por tu voz”.
Hinostroza era uno de los antologados en el libro (junto a Antonio Cisneros y Carlos Germán Belli de los peruanos vivos y quienes por diversos motivos no pudieron participar del encuentro).
La presentación tuvo como acompañantes a Tilsa Otta, Andrea Cabel, Rodrigo Quijano, Carlos Estela, Fredy Roncalla, José Miguel Herbozo y quien esto escribe. Cada quien leyó un poema de los peruanos antologados: Tilsa a Blanca Varela, Andrea a Jorge Eduardo Eielson, Rodrigo a Martín Adán, Carlos a César Moro, Fredy a Gamaliel Churata, José Miguel a José María Eguren y yo a César Vallejo.
La velada estuvo muy simpática, hubo un público muy afectuoso y curioso que se quedó hasta el final (algunos nos quedamos hasta que se hizo de día). Luego de la lectura de los poemas incluidos en el libro, cada quien leyó un poema propio. Hinostroza optó por no leer, dijo algo como que no le gustaba recitar. A mí tampoco me gusta recitar la verdad. De hecho la palabra declamación es una de las que más detesto. Pero esto tenía que ser distinto.
Todos leímos algo. Rodrigo Quijano optó por no leer ningún poema suyo. Andrea salió del lugar antes que empezara la ronda de poemas propios. Así que tuvimos dos bajas, de todos modos estaba bien, había pasado ya bastante tiempo pues hubo un invitado sorpresa que leyó alguno de los poemas quechuas incluidos en la antología. Y bueno empezó Cecilia, que leyó y cantó a la vez, remontándose a la tradición oral. Leyó un poema en quechua recogido por Garcilazo, Zumac Ñusta, en una versión personal, "trastocada". Un cruce de oralidad andina con dadaísmo. Fue simplemente genial y creo que más de uno quedó con la boca abierta.
Luego siguió Tilsa que leyó dos poemas incluidos en su libro Indivisible. Uno corto y uno largo. Fue la única, de todos los poetas invitados, que tuvo la delicadeza de saludar.
Luego siguió José Miguel Herbozo que leyó dos poemas nuevos, sin titular, muy buenos y que ya advierten su madurez poética.
Luego siguió Carlos Estela que leyó un par de poemas experimentales donde las palabras se articulaban sin un orden lógico aparente. No era propiamente asociación libre, sino más bien poemas que funcionaban a la fuerza del ritmo.
Luego siguió Fredy Roncalla que leyó un par de poemas. Sé que Fredy es un gran estudioso del mundo andino así que por lo escuchado sus poemas recogen también ese universo. Se puso a leer luego poemas de Juan Ramirez Ruiz, algunos incluidos en Las Armas Molidas, y, no lo olvido, miró a Carlos Estela y le dijo algo así como que en ese libro hay cosas como las que él había leído.
Luego me tocó a mí. Era la primera vez que leía en un recital. No llevé ningún poema, sino un cd con algo que había grabado, era un poema sonoro que se llama “El Instante” y que dura un abrir y cerrar de ojos.
Culminado el recital recuerdo que me acerqué a Ricardo Gonzalez Vigil para regalarle una copia del cd “Inventar la voz” y me dijo algo sobre el poema: me recuerda a lo que Eielson tomaba de Beckett. No entendí bien, honestamente no conozco mucho a Beckett pero buscaré resolver ese misterio. Otro señor se acercó a decirme “He sido He sido” me recurda a “Ácido Ácido”. En fin.
Nos quedamos todos allí conversando y con la promesa de volver a repetir esto muy pronto.
Al día siguiente con los estragos de una noche muy intensa, llegó el turno de la presentación del libro de Cecilia Vicuña, en el Centro Fundación Telefónica. Yo era el presentador. Escribí algo muy breve, apenas general, que pudiera servir como introducción al mundo de Cecilia Vicuña, lo mejor sin duda fue el conversatorio que se generó después con el público. Cecilia hizo una perfomance, sin avisar, empezó a deshacer lo que era una suerte de ovillo de lana roja, con la que iba conectando a todos los allí presentes. Fue algo muy bonito, muy cálido. Cecilia tiene una energía casi curativa que ofrece con su sola presencia. Y ese día sin duda más de uno se sintió tocado.
Les pego aquí el texto que leí mientras Cecilia se conectaba con alguna fuerza misteriosa.
Cecilia Vicuña
V
Mi primer contacto con la poesía de Cecilia Vicuña fue por intermedio de la revista argentina Tsé Tsé, que dirigía un poeta peruano, radicado en Argentina, llamado Reynaldo Jiménez. Quien haya leído Tsé Tsé podrá estar de acuerdo conmigo en que en sus páginas sólo se lee buena poesía. Recuerdo claramente ese número pues gracias a él pude conocer la obra de Juan Eduardo Cirlot, de Wilson Bueno y claro, de Cecilia Vicuña.
En la revista se incluía una entrevista a Cecilia, unos poemas y algunas imágenes extraídas de unos videos. Había algunas de unos hilos y unos nudos, obviamente pensé en un quipu y claro, era imposible no pensar en Eielson. “A Cecilia Vicuña debe gustarle Eielson”, me dije.
Pero la historia de Cecilia con los hilos y los nudos era en realidad muy antigua. En la entrevista ella hablaba de una obra llamada “El quipu que no recuerda nada”, realizada en 1965, siendo apenas una adolescente y que consistía en un hilo que cruzaba de un lado a otro su dormitorio. Ese gesto de tejer en el espacio de su dormitorio, de su espacio personal, tiene un carácter casi como de big bang, como de un gran comienzo, un nacimiento y ese hilo, como se sugiere en dicha entrevista, parece ser también una suerte de cordón umbilical. No hay que olvidarnos además del nombre: “El quipu que no recuerda nada”. Todos sabemos que los quipus eran una herramienta que en el antiguo mundo andino se usaba para registrar datos, eran artefactos para la memoria. Se dice también que se usaban como una forma de escritura. Pero de esos datos y de esa escritura sólo tenemos hipótesis. Imaginación. Un universo entero que nuestra intuición y nuestra obsesión científica quiere recuperar. Pero la verdad es que ningún quipo recuerda nada, pero su sabiduría está allí, misteriosa, para quien pueda percibirla.
Y en cierto modo la poesía de Cecilia Vicuña tal vez sea también una forma de explorar ese misterio. Porque de lo único que puede hablarse es del quipu que no recuerda nada, de algo que se escribe con q con u con i con p y con u.
Hablar del quipu sea tal vez como hablar de las estrellas. Como quien alza la mirada al cielo y se pregunta qué habrá más allá.
Justamente pensaba en estas cosas luego de leer V, la antología que ha sido editada por la editorial Trpode, que dirige nuestro gran poeta Renato Gómez, y que nos trae de vuelta la poesía de Cecilia Vicuña, lo más importante es que este libro se ha editado en Perú.
En el libro hay un poema que se llama “Palabra e hilo”, donde leemos este verso: “la tejedora ve su fibra, como la poeta su palabra”.
Para Cecilia el tejido es la manera como se ensamblan las cosas, un tejido que nos lleva nuevamente a recordar su acción de cruzar un hilo de uno a otro lado de su habitación. El tejido de las palabras, pero también de las cosas. Esencialmente de lo que se trata es de un tejido, y los elementos pueden ser muchos y muy distintos.
El trabajo de Cecilia, como algunos deben saber, no descansa únicamente sobre el cómodo espacio de la página, la poesía de Cecilia Vicuña es multimensional: instalaciones, objetos, sonidos, movimiento, performance. La palabra de Cecilia es espacial, por usar una terminología que creo es de Artaud.
La palabra de Cecilia indaga esa zona previa a la poesía escrita, cuando el canto y la poesía eran una sola. Y cuando el poema, en la tradición oral, no era uno sino muchos, infinitas variaciones que no conocían la inmovilidad de la poesía escrita. La poesía oral estaba/está en constante trasformación.
Hay algo que aquí se enlaza. En Cecilia esa suerte de retorno a ese momento milenario de contacto con lo sagrado, de una poesía que es un canto para los dioses, debe verse como una rebelión contra la manera en cómo la escritura ha dividido al mundo y también como unas ganas locas de salirse del margen, de ir hacia territorio inexplorado: una eterna pregunta por el qué pasará.
El retorno de Cecilia es al sonido, a ese tono que nos hace conocer el mundo. Porque si de una cosa estoy seguro es que al mundo sólo podemos conocerlo, realmente, a través de sus sonidos, y claro a través también de sus silencios. Al mundo se le oye. Y Cecilia nos canta y nos encanta, extiende la palabra poética, la libera, la hace poderosa.
Yo los invito a leer el libro de Cecilia Vicuña, a oírlo, a mirarlo, a sentirlo. El verdadero libro que Cecilia ha escrito está alrededor de nosotros, en el tiempo, en el espacio. Es una frecuencia, un color, un objeto, un movimiento, algo que va a chocarse con nosotros (L.A).
***
Culminada la presentación llevamos a Cecilia a comer algo y ver algunos libros de poesía, contar cosas y pasar una alegre velada entre personas muy simpáticas, que bebían pisco. Al día siguiente fue la presentación de sus videos. Presentó Paracas y Kon Kon, se armó una interesante conversación. Pero eso amerita otro post. En breve también algunos videos que subí a youtube.
La foto que ilustra este post fue tomada por Tilsa Otta.
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Qué pena que me lo perdí, tenía muchas ganas de ir.
ResponderEliminarMe gusta este blog. Un abrazo Luis :)
Elsie
Hola Elsie
ResponderEliminarEstamos programando otro recital muy pronto. Gracias por visitar el blog. Un abrazo.
Luis